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viernes, 14 de febrero de 2014

CAPÍTULO 12. CAELI

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“Por muy feliz que llego a ser, no consigo olvidar el lugar donde nací”.
Jorge Moreno Muñoz



La arena era fría al contacto. Ni siquiera el sol, bajando por el horizonte, tiñendo todo de tonos anaranjados, tenía la posibilidad de calentar la superficie de las cosas. Su piel estaba fría, como una figura de porcelana dejada a merced de una noche de invierno. Las telas ligeras de su ropa se batían con una brisa helada. El mar se sentía calmo y parecía que de él escapaba una leve respiración, que llenaba de niebla el ambiente. Nicole, sin embargo, se encontraba cómoda, plena, cálida. Recostó la cabeza sobre la arena y posó los ojos sobre el cielo, donde flotaban tres lunas, cuyas siluetas débiles trataban de competir contra la luz del sol. Sabía que se encontraba en Área.
Sabía que se encontraba también en el planeta Tierra, en una playa caliente, con un cielo simplemente naranja, una arena simplemente tibia, una felicidad tristemente a medias, donde su corazón, por el contrario, se enfriaba. Sabía que sus recuerdos se habían confundido durante años, que su playa real, en la que alguna vez caminó, no era la misma que dibujaba su memoria, con colores más hermosos y sensaciones más genuinas de felicidad.
Esa playa era el punto de colapso de las dos Nicole que en algún momento fue y las dos que seguía siendo. En esa playa continuaba librándose la batalla entre dos mujeres muy distintas, y sólo una podía salir victoriosa. Nicole se levantó del suelo y apartó la mirada del mar. El sol casi terminaba de esconderse y la noche empezaba a inundarlo todo demasiado pronto. Dio media vuelta y posó los ojos en el resto del mundo.
La playa quedaba a orillas de una ciudad que reconocía de sus sueños. Una ciudad con edificaciones que se perdían en las nubes, autopistas que parecían hechas de cristal y se atravesaban unas a otras, como el esquema fractal de un copo de nieve. Las naves volaban por donde quiera que los ojos miraban y se abrían portales, que traían viajeros de espacios lejanos.
A unos cien metros vio abrirse un portal del que salió una nave con forma de bala y un camuflaje termoóptico, que empezaba a parpadear mostrando los colores y texturas originales de la máquina. Al fondo del portal logró distinguir, en los segundos que tardó en cerrarse, docenas de estaciones espaciales albergando cuerpos celestes rocosos, donde un millar de naves-bala casi perfectamente camufladas se acercaban a éstas, cual espermatozoides a un óvulo, estacionándose para cumplir quién sabe qué funciones.
La nave se detuvo a metros de los pies de Nicole. Ni una brizna de aire, ni una partícula de arena se levantó a su alrededor. Detrás de la compuerta se podía ver a un hombre que se acercaba, tecleaba algo y la puerta se abría. El hombre bajó y se acercó a Nicole.
—Nicole, las respuestas que buscas no están en la Tierra.
—¿A qué te refieres?
—A que todos tienen una función en esta batalla y la tuya, si bien alguna vez pudo estar en la Tierra, ahora está aquí, a nuestro lado.
—¿Y por qué yo?
—¿Por qué no, Nicole? Los huevos que enviamos a la Tierra, los que mantenemos aquí en Área, tienen exactamente las mismas oportunidades, los mismos conocimientos, las mismas debilidades. Tras la incubación empieza el proceso de diferenciación. Es la experiencia acumulada, las decisiones tomadas, los errores cometidos, los golpes recibidos, los obstáculos, las ayudas, las reflexiones propias, en definitiva, la personalidad que desarrolles la que te pondrá de un lado u otro, la que te volverá necesaria en uno u otro lugar o la que te volverá prescindible. La que hará de ti alguien benigno o nocivo. El resto del asunto es elegir un bando acorde con tus potencialidades. Y eso es lo que te estamos ofreciendo. Cuando te enviamos a la Tierra, no eras más que un sujeto indiferenciado. Ahora que te has vuelto quien eres, sabemos que te necesitamos a nuestro lado… y tú deberías saberlo también.
—Pero… no entiendo. ¿Debo quedarme de brazos cruzados aquí?
—¡Para nada! De brazos cruzados serías blanco fácil en la Tierra. Queremos que ataques sólo si peligras y que el resto del tiempo esperes agazapada al momento en que vengamos a buscarte.
—Pero… he entrenado tanto. Realmente puedo hacer un bien aquí.
—Las batallas que están librándose en la Tierra son nada comparadas a las que están conteniéndose aquí, y mucho menos comparadas con las que nos esperan. ¿Has visto ese aro gigante encima de nosotros? Estos malditos lo están construyendo en nuestras…
—¿Y Sam?
—¿Qué pasa con él?
—¿Vendrá conmigo?
—No. Su destino es otro.
—Pero él…
—Su labor sí está en la Tierra. A ti te necesitamos aquí, pero él está justo donde debe.
—Pero… deben entend… Lo que… ¡Sin él no me iría a ninguna parte!
—Pues junto a él no nos sirves de nada.



Nicole se despertó algo aturdida por su sueño. Frente de sí tenía a Zach, que la miraba como un perrito hambriento. Apenas puso los ojos sobre él, Zach desvió la mirada y simuló buscar algo en el suelo. Al rato levantó un trozo de tela y gritó «¡Aquí está!», mientras lo lanzaba al fuego y le dedicaba una mirada nerviosa a Nicole, como tratando de dar por explicada su conducta.
Ella no aguantó la tentación y entró en su mente, sólo para escuchar que repetía una y otra vez: «¿Quién estaba pensando en Nicole? Yo no. Yo no pensaba en ella… ni en nada». Sintió lástima por él y optó por no seguir explorando lo que su mente decía por debajo de aquellas capas epidérmicas, evidentemente manipuladas.
Trató de poner la mente a rodar sobre los rieles de otras ideas, y no pasó un minuto cuando de pronto recordó su sueño. «Mi playa. Área», se dijo sin mayor coherencia mientras se levantaba del suelo y sus ojos quedaban al nivel de una de las ventanas del hospital. Desde allí vio a Jensen, ese pobre chico flaco y alto como una vara, con cientos de tics que no lograban restar la inocencia de su cara, merodeando cerca del cuerpo de Frank. Seguro que tenía hambre. No dejaba de lamentar que el muchacho se hubiera quedado fuera del hospital, expuesto al frío, y ellos dentro, momentáneamente cobijados por el calor vital de la fogata. Le sorprendía que Jensen todavía no muriera de hipotermia o algo parecido, aunque esa sensación le generaba cierta tranquilidad. Y mientras veía a Jensen hurgar los bolsillos del cadáver de Frank, distinguió también una figura oscura, que se acercaba volando desde el cielo. Algo le decía que ese sujeto, que parecía vestir como un Ángel de la Muerte, acabaría con el pobre soldado.
—¡Jensen, cuidado! —gritó Nicole a la nada, pues Jensen no podía oírla. Los demás dentro de su prisión sí y se levantaron alarmados.
Nicole, Sofía y Zach se pararon frente a la puerta y vieron cómo un Ángel de la Muerte comenzaba a acercarse a ellos. Su sola presencia hacía pensar en una muerte infame y dolorosa. Nicole, repentinamente aterida de frío y de miedo, pensó en las palabras del hombre en su sueño. «¿Debería pelear? ¿Debería quedarme protegida aquí? Si tienen algo más grande que esto en Área, ¿podré pelear contra ello?».
De pronto, y sin que pudiera darse cuenta, Jensen, que se había escondido tras el cuerpo de Frank, se levantó y corrió hasta el Ángel de la Muerte y le dio una tunda que casi lo dejó sin vida. Dentro del hospital todo eran vítores para Jensen, que no salían de esas paredes, hasta que aquel hombre oscuro lanzó al chaval por los aires y todo lo que se escuchó dentro fueron improperios que las paredes también ahogaron. Al parecer, Jensen se había confiado y detuvo la paliza antes de acabar con su adversario. El Ángel de la Muerte aprovechó el respiro para atacar, y tras dejar a Jensen a metros de distancia, retomó su camino hacia el hospital y en la mente de todos los refugiados comenzó a pesar la certeza de que ese sujeto tenía la clave para desactivar aquel campo de fuerza.
Jensen consiguió un arma entre las ropas del cadáver de Frank y, todavía un tanto aturdido por el golpe, disparó al hombre de la infernal mirada, que apenas logró esquivar la bala a medias. El disparo, que iba dirigido a su corazón, terminó entrando en su rodilla, que ahora sangraba y generaba una lluvia roja fina mientras el Ángel de la Muerte emprendía un vuelo que Jensen interpretó como una huida. El muchacho, malherido, empezó a acercarse al hospital, donde Sofía y Zach se abrazaban, pensando que todo había terminado. El chico, sin embargo, posaba los ojos sobre Nicole y no era capaz de entender el pánico que su mirada intentaba transmitirle. Cuando un rictus de grito se apoderó del rostro de la híbrido, el joven soldado entendió, demasiado tarde, que nunca debió confiar en la huida de su contrincante, que había regresado a dar el golpe final y que ahora no podría esquivar.
Mientras la vida de Jensen se esfumaba, Nicole juntaba toda la fuerza que se revolvía alrededor de su furia y cerraba los ojos, en medio de un trance. Fuera del hospital, en el cielo, se veía una explosión que ponía un filtro azul sobre cada cosa, salvo los ojos de aquel hombre. Uno de los cuatro Mesías había estallado. Esos destellos azulados apenas entraban a través de los párpados de Nicole, cuya atención estaba por completo dedicada al campo de fuerza que les separaba del mundo.
Sentía el fluir constante de la energía como si estuviese en el medio de un río y el agua la arrastrase. Al profundizarse el trance, la frecuencia de la vibración se le hizo diáfana y se sincronizó con sus latidos. La potencia del campo de energía la arropó como una camisa de fuerza y supo cuánto impulso debía tomar para generar otro campo idéntico y en qué dirección debían orientarse sus cargas eléctricas.
Nicole abrió los ojos como platos, mientras de cada poro de su cuerpo escapaban partículas de energía, que la encerraron e hicieron levitar como una burbuja, en medio de la sala de entrada del hospital. Tras unos segundos levitando ante las miradas atónitas de todas las personas a su alrededor, el campo que la rodeaba explotó. Ambos campos de energía midieron fuerzas durante menos de un segundo, hasta reconocerse como iguales, entrar en resonancia y desaparecer.
Nicole estaba de nuevo en el suelo, completamente consciente y desde allí miraba al hombre oscuro al otro lado de la puerta. El odio que su mirada acumulaba se le repartía en cada músculo del cuerpo, preparado para la acción. Desde el otro lado Inferno le dedicaba una mirada tanto o más cargada de emociones funestas. Así, frente a frente, detenidos a la espera del instante perfecto para iniciar la pelea, parecían seres espejos. Distorsionados, como el reflejo de un espejo de feria, pero espejo al fin. Sin que ninguno lo tuviera demasiado claro, al mirarse, la chica de rostro angelical y el hombre de nombre y rostro infernal se reconocían como iguales.



Trigésimo quinto ciclo. Tercera Era.

No hay forma de acostumbrarse a los matices de este mundo. Anoche di un paseo por la explanada que rodea nuestra base y la belleza de Área se imponía. Los paisajes naturales, aun sin verde, se sienten vírgenes y embriagadores, y hacen un contraste exquisito con el desarrollo de los centros urbanos, que laten en armonía. Pero al lado de tanta belleza está el conflicto bélico. Los hombres de Caeli no se rinden e insisten en construir un gigantesco aro teledimensional para reducir a sólo segundos los 15 años que requiere el viaje hasta Área, y completar así la invasión contenida 65 eras atrás. Constantemente salen batallones de nuestros hombres a pelear en la franja teledimensional, para destruir el aro o, cuando menos, impedir su avance. Ayer fue mi primer ciclo al frente de un pelotón, controlando sus mentes desde suelo areano. Todos murieron con una crueldad que jamás había visto. Empiezo a pensar que Caeli es invencible. Pero en la Base intentaron ser condescendientes conmigo. Dijeron que en una próxima ocasión lo haría mejor, aunque hasta en el mejor escenario la muerte era inevitable. Pasar de lo catastrófico a lo sublime en tan poco tiempo sólo refuerza la idea que me ha rodeado todos estos días: estoy en casa, pero el intruso es quien tiene las llaves de entrada.



El daño que le hizo Jensen le dio a Nicole una ventaja minúscula sobre Inferno. Estando todavía en el suelo del hospital, midió miradas con el Ángel de la Muerte y sólo cuando estuvo segura de que sus ojos flaqueaban, cargó todo el cuerpo de electricidad y salió volando como una bala, directa al torso de Inferno, para arrastrar su cuerpo calle abajo una decena de metros.
Con la chaqueta hecha jirones y sangrando en pecho y rodilla, Inferno se tambaleó dos segundos, que fue lo que Nicole tardó en llegar a él, tomarlo del cuello y elevarlo unos cien metros. Desde allí lo lanzó al techo del hospital, que se reventó con su peso, cayendo junto a los asombrados ocupantes.
Dentro del hospital Sofía le apuntó con un arma, que Inferno desvió sólo con una mirada mientras salía corriendo por la puerta principal. Intentaba huir, así que hizo un movimiento con la retina y activó su inversor gravitacional, saliendo disparado hacia el cielo. No había avanzado veinte metros cuando Nicole lo atrapó en su propio campo de fuerza. Allí intentó darle cuanto golpe salía de sus extremidades, pero cara a cara era Inferno quien llevaba la ventaja. Cerró su puño descomunal sobre la mandíbula de la híbrido y la fracción de un diente de Nicole le salió de la boca y se quedó flotando en medio del campo de fuerza, junto a una docena de perlas ingrávidas de sangre. Otro rápido golpe le dio en el plexo solar y la dejó un par de segundos sin aire. La esfera azul que los protegía empezó a perder estabilidad y descender. Inferno aprovechó y le propinó un tercer golpe en el costado. Nicole abrió su campo de fuerza y ambos cayeron en el duro suelo.
Al levantarse, los dos volvieron a medirse durante largo rato hasta que Inferno lanzó la primera ofensiva. Un golpe directo al rostro, que Nicole amortiguó con un campo de energía recién formado que la devolvió al aire al momento. Inferno, ahora más confiado, activó su inversor gravitacional y subió hasta donde ella le esperaba con un ataque sorpresa. Nicole soltó el campo de energía durante menos de un segundo, lanzó sobre el Ángel de la Muerte una bola de electricidad y volvió a activar el campo de energía.
Ambos se quedaron suspendidos en el cielo medio minuto, una vez más midiendo fuerzas. El primero en moverse fue, de nuevo, Inferno, pero en esta ocasión no fue un ataque lo que lanzó, sino que emprendió la retirada. Nicole se quedó sola y empezó a descender suavemente. Cuando pisó el suelo, con la naturalidad de quien lo hace rutinariamente, Zach se acercó a ella, preocupado.
—¿Te ha hecho daño? Deberíamos regresar al hospital. No sabemos si volverá.
—Tranquilo, Zach. Jamás me he sentido mejor. Y si se atreve a volver, aquí le esperaré.



Probablemente era el hombre con el trabajo más aburrido del mundo. Mirar durante doce horas al día un inmenso patio subterráneo lleno de cientos de miles de trozos de rocas sin clasificar, desde una oficina con ventanas panorámicas, a cincuenta metros de altura del suelo de aquel lugar… Sencillamente no debía existir otro trabajo que invitara con más claridad a dormir durante cada minuto de la jornada. En más de cinco años trabajando allí Chuck no había visto ni a una hormiga moverse junto a las rocas.
Cuando estas rocas, cincuenta metros bajo sus pies, empezaron a moverse, a flotar y a unirse, formando esferas de hasta ocho metros de diámetro, Chuck llevaba unos cinco minutos dormido. Segundos después, cuando las rocas empezaban a danzar dentro de aquel gigantesco patio, chocando contra techo y paredes, abollándolos, Chuck comenzó a abrir los ojos con desgana. Justo en ese momento una roca de cuatro metros y medio de diámetro entró en su oficina y le aplastó, a él y a la mitad de la oficina. Nunca vio qué le mató.



Esto es una muestra. Podremos acabar de leer el capítulo en cuanto se publique la novela MEMORIAS DEL PORVENIR, que próximamente saldrá a la venta para recaudar fondos en beneficio de la Asociación Síndrome de Marfan, SIMA. Disculpa las molestias. Gracias por tu comprensión.

8 comentarios:

  1. Ha sido todo un placer ser parte de este proyecto, y además tener el honor de darle cierre. Pero justo ahora lo que mi mente no deja de pensar es en lo afortunado que soy de que mi capítulo sea ilustrado por Susana Rosique Díaz. Desde los días de "to be continued" admiro su trabajo y he esperado en secreto la oportunidad de hacer algún proyecto en conjunto, y aquí el azar así lo ha querido. Este mes de espera antes de que su trabajo se publique se me hará largo y tenso. Para mí, justo allí llegará el final de la novela. Sin sus ilustraciones este capítulo todavía sigue incompleto.

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  2. Tremendo cierre para la novela, Víctor, ¡un reto conseguido! Creo que escritores e ilustradores, todos habéis demostrado ser grandes guionistas y "storyboardistas" que el cine de ficción no debería dejar escapar!! Además de buena gente, que no duda en embarcarse en proyectos con un fin solidfario como éste. Un placer leerte y lo mismo digo, un honor coincidir contigo en un capítulo del proyecto ilustratura, yo sí que estoy de los nervios, espero no decepcionar, ¡¡que me habéis puesto el listón muy alto!!! Besos!

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    1. Gracias Susana, por tus palabras. Yo estoy seguro de que no decepcionarás a nadie. Si de listones altos hablamos, de eso tu tienes bastante.

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  3. ¡Vaya capítulo final Víctor! Enhorabuena de entrada. Me gusta mucho. Muy intenso. Acción, violencia, amor, esperanza, pero sobre todo muerte y sangre. Tú capítulo es un broche de oro a la novela, no podía quedar en mejores manos que en las tuyas que tanto has trabajado (y lo que queda) por la novela en las revisiones. Es un final de finales de cada uno de los personajes. El final de Zach y Maugé es genial, también me gusta mucho el de Maydana. El detalle de Robinson y Jacques es sorprendente y muy bueno. Caroline como persona me ha decepcionado, no lo esperaba de ella. El capítulo es genial y está lleno de detalles geniales, los que ya he comentado antes pero también el de los sueños premonitorios de Sam en los diarios, truco que te ha servido para acabar con Inferno (ese era el plan que deja por escrito Sam pero no sabemos si se cumple): brillante porque lo dejas en el aire, que decida el lector o los siguientes escritores :). Más cosas, mezclar la novela gráfica de Sam con nuestra novela, ¿se dice metaliteratura? Si no me equivoco es algo que te gusta bastante. Otro detalle que me encanta: el de los brazaletes, que protegen de las balas y bombas a quienes lo llevan puesto, mientas que los que no lo llevan muere estando juntos. Los monólogos de Inferno en las apariciones de las HLScreen, me gusta mucho cómo están escritos, con esa prepotencia que marca la superioridad de su raza. Si lo escuchase yo me estremecería también. Otro cosa que me ha gustado mucho es la “caída” de la roca y la invasión. Y aquí he notado que los otras 3 rocas que aparecieron en el capítulo 11 te sobraban y te las has quitado de encima en seguida, bien hecho si tu historia lo requería. Otro detalle que me gusta es el hecho de que Caeli y los caelianos sufren las consecuencias que podría padecer la Tierra (la real, no la de la novela) en un futuro si seguimos empeñados en autodestruirnos. Y la novedad del capítulo: los caelianos, es la guinda al pastel de la novela, el enemigo común que necesitaban los humanos para aliarse (te sonará de los epígrafes). Bueno y paro ya porque si no voy a escribir un capítulo yo también. Reiterarme en mis felicitaciones por el gran capítulo que has escrito. Y por cierto, qué buena pinta tiene el planeta Área, qué pena que se describa en el último capítulo igual que la aparición de Caeli ¿o esto significa algo? :)

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    1. Gracias Vicente, por este mega comentario tan detallado con todo lo que te gustó del capítulo. El final de Maydana también está entre mis favoritos. Bueno, de hecho es mi favorito; aunque una parte importantísima de la calidad de ese final se la debo a las sugerencias de David en la corrección. Y me alegra que te haya agradado el detalle de Robinson y Jacques. Es algo que fantaseaba hacer desde el capítulo 8, pero que en ese momento no supe cómo plasmar. Siempre he pensado que no podemos pensar solo en un futuro más tecnológico, sino en un futuro más tolerante, donde esto se vea con la misma naturalidad con la que trato de describirlo. Lo de Caroline, pues es natural que decepcione. Viene también de la decepción que ella sufre al notar que no encaja en nada de lo que está pasando. Yo traté de ser empático a lo que podría sentir en medio de esa batalla, y esa fue la respuesta que encontré. No sé si resulta igual de convincente su reacción para otros lectores, pero fue lo que yo sentí al momento de escribir su final. Y lo de la metaficción, pues sí, es mi recurso literario favorito, así que aproveché la oportunidad de colarlo en el capítulo, que me parecía que quedaba de perlas para explicar algunas cosas necesarias. Me gusta que hayas notado mi uso de Caelí como una metáfora de lo que podríamos sufrir nosotros en un futuro. Esa era mi intención principal. Para escribir todo esto me basé en un par de documentales que vi sobre cómo se espera que sea la vida en la Tierra dentro de 100 millones de años y cómo será el humano de aquí a allá si todavía vive. Definitivamente a mí también me hubiera gustado que Caeli y Área se hubieran desnudado mucho antes en la historia, para poder disfrutar más de descripciones físicas y de sus modos de vida. Quedará para una segunda novela, si algún día nos decidimos a hacerla.

      Gracias de nuevo por tus palabras.

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  4. Encantadoras tres lunas con su vista desde la playa, como encantadora playa con naves sobrevolando, muy futurista, y las ciudades híper tecnológicas construidas a profundidad albergando la incógnita del documento digital, tan fuertemente protegido, que Sam leyó y le fue incomprensible su contenido. Premonición para el año 2024. ¿Continuará…?
    La salida de escena de personajes tan osados de la trama es menos grata. Sam comprometido hasta vengar a Nicole, aunque le costó la vida. Por otra parte, Caroline supo retirarse a tiempo junto con los demás de su lado que sobrevivieron, pero a costa de someterse al aplastante poder y ley alienígena, porte de brazalete rojo. Simbólico.
    Al llegar Maggie a Área puede que logre como ser de nueva generación lo que tantos que la rodearon no pudieron, y es frenar el horror de la guerra por vía de la Diplomacia que la detiene o contrarresta sus graves efectos. Vislumbre de una nueva era de conciencia universal como método de sobrevivencia para la tierra y los varios cientos de planetas en el espacio donde se busque emigrar. Humanos pero no terrícolas.
    Con Caeli , llega a feliz término esta sorprendente trama de ficción. Felicitaciones a su autor por este y un anterior capítulo suyo de todo interés.

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    1. Gracias, de verdad. Creo que has captado todo lo que quería expresar en las diferentes partes del capítulo. Y me halaga que hables de un "feliz término" aun en medio de todo ese caos en que quedó sumido el mundo. Jejeje. Me quedo con una de tus preguntas. ¿Continuará?

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  5. Y como era de esperar, un muy buen capítulo final para rematar la novela. Parecía imposible que, a estas alturas, pudiese aparecer algo nuevo y sorprendente y Caeli lo es. Además, ese final es muy cinematográfico, y eso me encanta. Enhorabuena, Victor. ¡Qué gozada de novela!

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