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viernes, 14 de febrero de 2014

CAPÍTULO 9. UN HILO DE ESPERANZA




“El lugar que amamos, ése es nuestro hogar; un hogar que nuestros pies pueden abandonar, 
pero no nuestros corazones”. Oliver Wendell Holmes



Zach apenas tuvo tiempo de asimilar lo que estaba ocurriendo. Las explosiones le sorprendieron en el cuarto de descanso. Le pareció que aquel estruendo sonaba lejano, así que no le dio importancia. Lo atribuyó a otra acción de los Vigilantes contra insurgentes de la Tina en alguna mansión de los alrededores. No tardó en oír pasos apresurados y gritos en los pasillos, y eso fue lo que le alertó. Salió del cuarto y, sin saber por qué, echó a correr tras los que corrían hacia el centro de control.
Jacques le interceptó a medio camino. Corría en dirección contraria a los hombres a los que Zach seguía. Iba armado y cargaba con un curioso casco compacto. El investigador no recordaba haber visto antes ninguno igual.
—¡Ven conmigo! —le ordenó.
—¿Qué está pasando? —preguntó Zach, tratando de no perder el ritmo.
—¡Tenemos que sacaros de la base!
Guió a Zach por una zona que el detective no había visitado nunca. Recorrieron a toda prisa incontables pasillos desiertos hasta llegar ante una puerta recóndita. Sencilla, como la de un trastero, pero custodiada por un poderoso sistema de control biométrico. Jacques pronunció su nombre alto y claro ante el dispositivo de reconocimiento de voz. Después acercó su rostro al analizador de retina. «Demasiadas medidas de seguridad para un simple trastero», pensó Zach. El sistema emitió un pitido agudo de confirmación y la puerta se abrió. Jacques cedió el paso al investigador. Al otro lado de la puerta no había nada. Oscuridad, eso era todo. Zach miró a Jacques, atónito, en busca de alguna explicación.
—Espera aquí —fue la única respuesta que obtuvo.
—¿En este agujero negro? ¿Solo? Ni de coña, tío.
Jacques le lanzó el casco que llevaba en la mano con un movimiento ágil.
—Ponte eso. Y no te muevas de aquí.
Y, sin darle opción a réplica, desapareció tras la puerta dejando a Zach sumido en la más absoluta oscuridad. Poco importaba que el investigador odiara la oscuridad desde crío. Durante años había vivido atormentado por la idea de que los bajos de su cama escondían a un terrible monstruo que despertaba cada vez que él apagaba la luz. El tiempo acabó haciéndole olvidar aquellos temores, pero el detective no había logrado reconciliarse por completo con la oscuridad.
Palpó el casco y, a ciegas, lo encajó sobre su cabeza. Le cubría los ojos. «Perfecto», se dijo. «Oscuridad para combatir la oscuridad». Intentaba descubrir cómo sacarle partido a aquel trasto cuando el casco se puso en funcionamiento por sí solo. Zach se sobresaltó al sentir un cosquilleo en las sienes. Al instante, la oscuridad cobró vida ante sus ojos. El casco le mostró un túnel estrecho y sin final aparente. Una iluminación perfecta le permitió descubrir la ausencia de objetos en el suelo o en las paredes del túnel. Allí no había nada más que Zach y aquel casco del demonio. La buena noticia era que tampoco había monstruos dispuestos a atacarle.
El investigador alargó una mano ante sus ojos, como queriendo comprobar que lo que estaba viendo era real. Después acercó la mano al casco en busca de alguna tecla que le permitiera elegir un escenario menos aburrido. Una playa paradisíaca estaría bien. Pero, por mucho que palpó el casco, no consiguió cambio alguno. Justo entonces la puerta volvió a abrirse. Zach se giró para ver aparecer de nuevo a Jacques. Le seguían Nicole y, tras ella, Robinson y aquel soldado del tic nervioso cargando a un Sam inconsciente.
—¡Sam! –gritó Zach, corriendo hacia su hermano.
—Se recuperará —le tranquilizó Robinson—. Pero hay que sacarlo de aquí cuanto antes.
Zach observaba a Sam, impotente, preguntándose cuándo la vida se había vuelto tan complicada.
—Tu hermano ha conseguido derribar un Viento Negro antes de que nos atacase. El esfuerzo le ha dejado exhausto —explicó Jacques—. Hemos evitado ese ataque, pero es de suponer que la Corporación enviará más Vientos Negros. Dudo que se den por vencidos tan fácilmente. Si eso ocurre, con Sam fuera de combate, será complicado hacerles frente. No podemos arriesgarnos a perderos, así que Robinson os guiará fuera de la base y os llevará a un lugar seguro.
—¿Vamos a huir por la puerta trasera, como cobardes? —la voz de Jensen destilaba decepción.
—Nuestra prioridad es proteger a Sam y a Nicole. Su misión es mucho más importante que defender esta base. Y lo más sensato es salir de aquí sin llamar la atención —replicó Robinson—. No nos queda otra opción que dividirnos. Jacques se quedará aquí con nuestros hombres para enfrentarse a los militares. Les entretendrán y cubrirán nuestra marcha.
—Nos reuniremos en el lugar acordado cuando todo haya acabado, si el plan sale según lo previsto… –puntualizó Jacques, esbozando una sonrisa poco convincente.
—Debemos irnos —zanjó Robinson.
—Chicos, si vamos a meternos en ese agujero negro necesitaréis uno de éstos —advirtió Zach, dándose un toquecito en el casco—. Este invento es fantástico.
—Sam y yo ya los llevamos puestos, Zach —advirtió Nicole.
—Yo no veo ningún casco.
—Realidad asistida selectiva —explicó Jensen—. La utilizamos en el ejército. Sintoniza con tus ondas mentales para reproducir el entorno más cómodo para ti. Elimina cualquier obstáculo inocuo capaz de distraerte para que puedas concentrarte mejor en tu misión, pero agudiza tus sentidos ante posibles peligros.
—Cortesía de la Corporación. Sus soldados perdieron el material en una emboscada y, casualmente, acabó en nuestras manos —dijo Robinson, encogiéndose de hombros—. No olvides agradecérselo cuando les veas.
—Entonces ¿todos lleváis cascos como el mío, pero mi mente los ignora para que pueda veros mejor? –concluyó Zach.
—En realidad, sólo Nicole, Sam y tú lleváis casco —aclaró Jacques—. Robinson usará gafas de visión nocturna. Jensen dice que no las necesita.
—Mi sentido de la visión está perfectamente adaptado a las condiciones nocturnas gracias a mi pequeño amigo. Puedo apañármelas sin ayuda, gracias —dijo Jensen, señalando su EMT. Y reforzó sus palabras con un fallido guiño de ojo boicoteado por su ceja temblorosa.
—¿Y no sería mejor que utilizarais los cascos? Por lo que decís, hacen maravillas —insistió Zach.
—Es que estos cascos en concreto no funcionan exactamente igual que los del ejército —replicó Jacques—. Nuestros técnicos lograron desencriptar su sistema de seguridad, anularon la codificación personal y cambiaron los parámetros selectivos. Ahora quien los lleva ve limitados sus sentidos; oye y ve lo que a nosotros nos interesa que oiga y vea. Los utilizamos para trasladar rehenes a nuestra base: con los cascos puestos, pierden toda referencia del camino seguido.
—No os estamos tratando como rehenes —puntualizó Robinson, antes de que Zach pudiera protestar—, pero necesitamos cruzar el túnel lo más rápido posible. Vosotros no contáis con nuestra preparación, y no queremos que la oscuridad o cualquier posible obstáculo os distraigan. Jensen y yo os guiaremos y nos encargaremos de los imprevistos.
Imprevistos. Y entonces Zach empezó a preocuparse. Si la realidad asistida selectiva era capaz de obviar los cascos para facilitar que se vieran las caras, a saber qué otras cosas desagradables le estaba ocultando del túnel en el que iban a adentrarse.
—En marcha —ordenó Robinson—. Zach y Nicole, ayudad a Sam. Yo abriré camino. Jensen, tú irás en la retaguardia. ¿Arma a punto?
—Cargada y deseando entrar en acción —contestó Jensen, alzando su arma amuleto con orgullo.
Robinson se despidió de Jacques con un abrazo. Se desearon buena suerte y prometieron verse pronto, aunque ambos sabían que quizás no pudieran cumplirlo. Después Jacques abrió la puerta y desapareció.
Recorrer el túnel subterráneo resultó más lento de lo que esperaban. No tanto por los obstáculos que se iban encontrando, puesto que supuestamente no había ninguno, sino por el esfuerzo que suponía para Zach y Nicole cargar con un hombre como Sam. Nicole parecía ausente, como si hubiese decidido concentrar toda su atención en dar un paso tras otro; así que Zach descartó cualquier intento de iniciar una conversación con ella. Sam fue reanimándose poco a poco y empezó a caminar por su propio pie, pero se sentía todavía tan débil que Nicole y Zach siguieron prestándole apoyo.
El grupo avanzaba en un tenso silencio que sólo Robinson rompía de vez en cuando para apremiarles a seguir adelante. Zach alternaba su atención entre Sam y aquel largo túnel esterilizado que se extendía ante sus ojos. Perfectamente iluminado, perfectamente vacío. Aquella visión no reconfortaba a Zach, sino que le ponía tenso. Le reconcomía no saber si realmente avanzaba por un camino de rosas como el que estaba viendo.
En cierto momento, Zach creyó que algo le rozaba el pie. Miró hacia el suelo, asustado, pero no distinguió nada. «Maldito seas, Zach», masculló entre dientes, «no empieces a imaginar peligros donde no los hay». Entonces oyó un ruido seco a su espalda, y se volvió justo a tiempo para sorprender a Jensen asestándole un culetazo con su arma a la nada en aquel túnel impoluto. Jensen, que no llevaba casco. Jensen, que podía ver la realidad tal como era. Zach tragó saliva.
—Todo controlado —anunció Jensen, al descubrir al detective pendiente de sus actos. Zach optó por no preguntarle de qué acababa de deshacerse.
Al final del túnel les esperaba una puerta idéntica a la anterior. Robinson se acercó a ella y siguió el protocolo de reconocimiento biométrico. Cuando la puerta emitió el pitido de confirmación, ordenó al resto que esperase allí mientras comprobaba si tenían vía libre. Cruzó la puerta para reaparecer tras unos segundos.
—Despejado. Deshaceos de esos cascos, ya no los necesitáis.
Zach se quitó el casco de inmediato. La claridad del exterior se colaba a través de la puerta abierta e iluminaba tenuemente el túnel. La tentación le incitaba a volver la vista para comprobar cómo era el camino por el que habían avanzado, pero se resistió a hacerlo. Bastantes sobresaltos había sufrido en las últimas semanas; podría vivir sin saber aquello.



Caroline dormitaba en el asiento trasero del deslizador de Allison. Se agitaba en sueños incómodos, murmurando algo para sí misma. Parecía agotada, como siempre que el Titiritero se apoderaba de ella. Aquella vez, el esfuerzo había sido mucho mayor. Permitir que Maugé y Sam midieran sus fuerzas a través de su mente la había llevado al límite. Ahora, totalmente rendida, se abandonaba a unas pesadillas que la hacían estremecerse.
Sentada junto a ella, Maggie la observaba con aire preocupado. Apoyó delicadamente su manita sobre la de Caroline. «No te preocupes», parecía querer decirle. Desde el asiento del piloto, Allison observaba la escena por el retrovisor.
—Deberías dejar de jugar con la mente de Caroline. No se merece tener que pasar por todo esto.
—Unas cuantas pesadillas no son un precio demasiado alto, si tenemos en cuenta lo que podemos conseguir a cambio —replicó Maugé, a su lado.
—Ni siquiera le has pedido su opinión. La utilizas como un mero objeto a tu servicio.
—No me vengas con remilgos éticos a estas alturas. Precisamente tú, querida Allison.
—Sólo digo que…
—¿Sólo dices? Creo que todavía no eres consciente de a qué nos enfrentamos —la interrumpió Maugé, exaltándose por segundos—. ¡Necesitamos a Sam! Y sólo Caroline puede conducirnos hasta él. Si para salvar este jodido planeta tengo que utilizar a esa chica como marioneta, discúlpame, querida, ¡pero no dudaré en hacerlo!
Allison suspiró antes de volver a intentarlo.
—Sólo digo que no deberías subestimarla, Christopher. Estoy convencida de que Caroline sería capaz de ayudarte sin necesidad de manipularla.
—Descuida. La próxima vez que nos enfrentemos al fin del mundo, seguiré tus consejos. Ahora, si no te importa, concéntrate en conducir y déjame hacer mi trabajo.



Había recorrido el túnel como en un extraño sueño. En su cabeza se mezclaban retales del presente, pensamientos de los soldados en cuyos cerebros se había introducido para derribar el Viento Negro, flashes del pasado. Lo único que se había mantenido constante durante todo el trayecto había sido Zach, a quien podía oír en su mente con total claridad. «Estoy aquí contigo, Sam. No voy a abandonarte». Aquellas palabras, repetidas como un mantra, le habían ayudado a luchar contra el caos indescifrable en su cabeza
Cuando por fin pudo ser consciente de la realidad, Sam se descubrió en un lugar desconocido. A su alrededor, ni un solo edificio. Todo lo que abarcaba su vista era una amplia extensión de tierra reseca y algunos matojos esporádicos. Sam inspiró hondo, como si intentase llenar sus pulmones con la calma que transmitía aquel paraje.
—Bienvenido, hermano —Sam desvió la vista hacia el punto desde el que llegaba aquella voz y se topó con la amplia sonrisa de Zach. Junto a su hermano, Robinson le observaba con gesto aliviado. Jensen le dedicó su acostumbrado tembleque en la mandíbula a modo de saludo. De Nicole, en cambio, tan sólo recibió una mirada fría.
—¿Dónde estamos? —balbuceó Sam.
—En algún punto a las afueras de la Tina —señaló Robinson—. Terreno descubierto, por lo que debemos andar con cuidado. Si te ves en condiciones, Sam, tendríamos que ponernos en marcha. Ya nos hemos entretenido demasiado.
Sam asintió. Seguía desorientado, pero no quería retrasar más al grupo. Decidió dejarse guiar por Zach, sentirse niño de nuevo y confiarse a la protección de su hermano mayor. Tener a Zach a su lado le daba seguridad. Días atrás, esa misma sensación le habría aportado Nicole; ahora, sin embargo, la notaba lejana.
Habían avanzado apenas unos metros campo a través cuando Jensen les detuvo. Su oído ultrafino había detectado algo que le hizo poner alerta. Alzó su arma, en posición de defensa. Robinson le interrogó con la mirada mientras preparaba su arma también.
—¡Salid cagando leches! —gritó Jensen. E inmediatamente echó a correr como alma que lleva el diablo. Los demás no tuvieron tiempo de reaccionar: donde un segundo antes podían contemplar el cielo despejado apareció, como surgido de la nada, un enorme Viento Negro que volaba a ras de suelo en completo silencio. Y se dirigía directamente hacia ellos.
—¡Joder! ¿Cómo nos han localizado? —soltó Robinson.
Nicole y Robinson se lanzaron a la carrera tras Jensen. Zach ayudaba a a avanzar a Sam, todavía desorientado, pero el ritmo de los dos hermanos era considerablemente más lento que el del resto del grupo. Varios soldados del Viento Negro saltaron a tierra mientras sus compañeros abrían fuego contra los fugitivos desde el avión. Robinson comprendió que no lograrían escapar, así que indicó a los demás que dejasen de correr. Si no podían huir de los militares, intentarían enfrentarse a ellos.
—Sam, ¿te ves capaz de controlarlos? —preguntó. El titubeo del híbrido al contestar le hizo ver que no podría contar con él. Al menos no a pleno rendimiento.



Esto es una muestra. Podremos acabar de leer el capítulo en cuanto se publique la novela MEMORIAS DEL PORVENIR, que próximamente saldrá a la venta para recaudar fondos en beneficio de la Asociación Síndrome de Marfan, SIMA. Disculpa las molestias. Gracias por tu comprensión.

7 comentarios:

  1. Tengo que decir, que me sorprendí leyendo el capítulo, porque incluye ciertas ideas que yo también había pensado. Me encanta el hilo que ha seguido Chus y donde lo ha finalizado, en un lugar perfecto para continuarlo (lo que agradezco mucho, por la parte que me toca). Creo que es un capítulo claro y compensado. Me ha gustado mucho.

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  2. Muy buen capítulo Chus como ya te comenté. Como ilustrador del mismo me ha resultado difícil decantarme por una escena en concreto porque todas tienen algo. Como dice Leticia, está muy compensado: acción, reflexión... Y la ventanita que has abierto a la esperanza cuando nos veíamos de cabeza en una guerra es muy acertada. Veremos cómo continúa Leticia en el 10. Felicidades, buen trabajo.

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  3. Muy buen trabajo que nos va deslizando hacia un enigmático desenlace. ¡Ainss! Que nos deja con la intriga en plena acción... más el próximo capítulo.

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  4. Me he quedado literalmente O.O con la última escena, incluso he rebuscado para ver si continuaba y no, ainss, lo siento pero tengo predilección por las chicas "malas", mi pelirroja. Muy dinámica, descriptiva, clara y llena de buenos momentos (me ha encantado lo de la piña del fondo del mar, jajajaja, muy bueno), y gran protagonismo a Zach que lo venía echando en falta. Me ha gustado mucho!!

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  5. ¡Felicidades Chus por este capítulo! Coincido con mis compañeros en que has sabido mantener a la perfección el espíritu de la novela. Me ha encantado esas pequeñas dosis de humor, yo también me reí con lo de la piña debajo del mar... También me han emocionado los momentos de acción y ese final de capítulo me ha dejado totalmente intrigada. ¿qué pasará con Allison? ¡Ay! Tendremos que ver qué ocurre en el siguiente relevo... Pero mientras esperamos, quería que supieras que, en mi opinión, has creado un muy buen principio del fin de la novela.

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  6. ¡Enhorabuena, Chus! He disfrutado leyendo el capítulo, me gusta cómo lo has encaminado, la coherencia que tiene con los capítulos anteriores sin dejar de tener tu estilo, reservando espacio para sorpresas y nuevos giros, crueldad y ternura, el protagonismo de Allison y Maggie... Me encanta cómo escribes, un abrazo!

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  7. Estupendo Chus. Me encanta la continuidad que le has dado al libro. Un abrazo.

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