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miércoles, 8 de enero de 2014

ENTREVISTA A VÍCTOR MOSQUEDA ALLEGRI. ESCRITOR

"ANTES DE SENTARME A ESCRIBIR, OCURRE LA VIDA".

Amante de la microficción, Víctor Mosqueda Allegri, escritor encargado del capítulo 8 y 12, no se queda corto en palabras para hablarnos de su pasión por la escritura en esta entrevista.


ESCRIBIR

 Cómo empezaste a escribir? ¿Quién te leía al principio?
Hubo un cúmulo de causas: 1. adolescencia, 2. ingenuidad, 3. oposicionismo, 4. tiempo libre. Afortunadamente, después de un período de 3 años escribiendo sin saber nada de literatura, sin haber leído nada de literatura, sin tener lectores que me pudiesen dar una visión crítica de lo que hacía, llegó a mis 18 años un taller de poesía que me cambió las perspectivas. Empecé a leer buenos autores, a tratar de copiarlos, a estudiarlos; pero todavía me quedaban resabios de aquella adolescencia-ingenuidad-oposicionismo, sólo que con menos tiempo libre. Hicieron falta unos 2 o 3 años más para que aprendiera el valor de la autocrítica y la crítica externa (lo fui aprendiendo por partes, y a través de duros golpes al ego), y ya para entonces, empecé un camino de unos 6 o 7 años, que me lleva al punto en el que estoy hoy, donde ya me he definido por un género (narrativa breve), donde siento que ya hay una voz narrativa estable en mí (relativamente) y donde puedo sentirme a gusto con muchas de las cosas que produzco. Sin embargo, siento que todavía estoy inmerso en este viaje iniciático por el camino de las letras; quizás ya al final de ese viaje, pero todavía en él. Afortunadamente, en el trayecto me he hecho de grandes amigos, muchos de ellos muy buenos lectores, que son capaces de darme una visión crítica de mi trabajo, con la cual he ido avanzando poco a poco, y continuaré avanzando.

 ¿Qué género es tu favorito? ¿Algún link donde podamos ver o leer algo sobre tu obra reciente?
Sin pestañear diría (y lo digo constantemente) que la microficción es mi género favorito. Pero un segundo después empezaría a crecer el remordimiento, porque no he incluido en esta selección, también, al cuento. En líneas generales, el cuento es para mí, el género perfecto, en el que todo lo que es posible hacer en literatura se condensa. Y de allí la pasión que siento por él, y también de allí que sea el género que practique con más ahínco. Pero cuando hablo, leo, pienso, escribo, escucho, sueño sobre microficción, hay una chispa pasional que no se enciende de la misma manera con el cuento. Y es que esa cosa misteriosa que oculta la microficción, esa trampa que atrapa por la novedad, la confusión, la variedad, la rareza, etc., hace que ante preguntas como éstas las cuerdas vocales me empujen a decir "microficción", antes de que siquiera se cierren mis párpados. La microficción es para mí un descubrimiento continuo de la grandeza (de la grandeza minúscula) de lo que es la literatura. De allí mi pasión por ella. Si quieren leer algunos de mis textos, pueden entrar en mi blog: http://convictoryconfeso.wordpress.com

 ¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Qué ocurre antes de sentarte a escribir?
Antes de sentarme a escribir, ocurre la vida. Y ya que la vida es azar con un plus de rutina, las razones que me empujan a comenzar a expulsar palabras pueden ser millones. Sin embargo, podría resumirlas en una suerte de decálogo. 1. Me encuentro leyendo algo literario y ocurre que en ello encuentro una chispa que en ese mismo texto no ha sido explotada, y me decido a hacerlo yo. 2. Me encuentro leyendo algo literario por un tiempo pronunciado (digamos que llevo una semana metido de cabeza con una novela o un libro de cuentos) y mi cabeza ya piensa como el escritor al que leo, de modo que siento una suerte de inspiración prestada, y se me atraviesan historias que pudieron ser del Otro, o no, pero que escribo como si fueran suyas, o no, ya sea para experimentar nuevos códigos narrativos, para valerme del intertexto en mis propios códigos narrativos, o para escribir y punto, porque la idea me gusta y no hay que pensar de más cuando se encuentra una excusa para hacer lo que a uno le gusta. 3. Me encuentro leyendo algo no literario, y consigo en ello una historia oculta, que debo escribir. 4. Me encuentro escribiendo algo, bueno, regular, malo, y consigo en ello una chispa que en ese mismo texto no ha sido explotada, y me decido a hacerlo yo, para lo cual dejo el texto original inconcluso (algunas veces para siempre). 5. Estoy leyendo algo viejo escrito por mí (completo o incompleto) y ocurre 4. 6. No estoy leyendo (eso quiere decir que puedo estar haciendo cualquier otra cosa) y veo, observo, escucho, pienso, siento algo que deviene en una historia, de modo que me siento a escribirla. 7. Estoy realizando una de mis actividades de relajación predilectas (digamos hablar solo en mi casa, a modo de improvisación teatral, no de conversación real conmigo mismo, que también hago, por cierto, pero que no me genera mayor inspiración) y ocurre 6. 8. Tengo ganas de escribir, pero no ha ocurrido 1, 2, 3, 4, 5, 6 o 7, entonces me obligo, colocándome frente a la hoja en blanco, y haciendo uso de la más burda asociación libre de ideas escribo. 9. Estoy en pleno 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7 u 8, pero me tranco; entonces 8. 10. Debo escribir algo por algún compromiso previamente adquirido (conmigo mismo u otro), entonces, 9. El resto del proceso creativo, se los explico algún otro día, cuando 8.

 ¿Qué tipo de lectura es la que te activa las ganas de escribir?
Casi cualquiera. Puede resultarme agradable o desagradable. Puedo tener una opinión favorable, neutra o desfavorable de su calidad. Puede resultarme aburrida o apasionante. Es como con la vida. Las cosas que nos inspiran a escribir de la vida, no siempre son agradables, apasionantes y nos generan opinión favorable. Muchas veces escribimos sobre cosas que nos generan aversión, tedio, repulsión, etc. O podrían no generarnos nada; ni cosquillas. Pero el acto de escribirlas, las transforma, les elimina su condición de cosa, y por tanto se nos es permitido como escritores, separarnos de nuestras apreciaciones al respecto, y las podemos convertir en un producto artístico, literario en este caso. Escribir sobre algo que repudio no cambiará mi visión de ello, pero el texto resultante podría no reflejar nada de ello, ni lo positivo o lo negativo. Cognitivamente hablando, es imposible para el hombre predecir de qué estímulo obtendrá una idea. Es por ello que suelo ser bastante tolerante con las lecturas. Se necesita de bastante para que yo deje de leer algún libro que ya he empezado. Para la fecha, sólo he hecho esto con una docena (algunos de los cuales espero poder concluir en algún momento de mi vida). Y de muchos de aquellos textos incompletos, también han salido ideas, algunas incluso recurrentes en mi propia literatura. La inspiración no está en las cosas. Está en su intrincada comunicación con el todo cognitivo de cada quien.

 ¿Cuáles son, según tú, los ingredientes básicos de una historia?
Repregunto: ¿Cuáles son los ingredientes básicos para una comida? Si no podemos contestar una pregunta como ésta es porque la categoría ingredientes ofrece demasiadas alternativas para una categoría tan genérica como comida. Si mencionase mis 5 ingredientes favoritos, estaría dejando por fuera cientos de platos que me resultan predilectos. Por ejemplo, el chocolate oscuro es un ingrediente que no aprecio en soledad, pero que permite realizar platos que me deleitan. Lo mismo que la cebolla es un ingrediente que yo puedo agregarle a casi cualquier comida, e incluso comerla cruda, pero que podría arruinar fácilmente un pie de manzana. Lo que pasa con la literatura es idéntico, inclusive cuando nos vamos a un terreno más específico, como podría ser el microcuento de carácter intertextual o la novela detectivesca (digamos las ensaladas, los dulces, las salsas). Podemos encontrar dos novelas detectivescas distintas, cada una genial, y cada una hecha sin repetir un solo ingrediente de la otra. Ésta es la razón por la cual, los escritores llevan años haciendo decálogos, pero por lo general, los que los escriben son los que menos se los toman en serio. Lo que sí se puede hacer es una lista de ingredientes básicos para un plato en particular. Pensemos en una marquesa de chocolate. Hay miles de recetas para realizarlas. Cada una puede tener ingredientes en común, pero también ingredientes únicos. Si tocara decir cuáles son los básicos, no resultaría tan difícil definirse por 4 o 5 sin los cuales ninguna de esas miles de variedades de marquesa resultarían adecuadas, y aún así podríamos llevarnos nuestras sorpresas. En el terreno literario podríamos decir: ¿Cuáles son los ingredientes básicos para una buena "Iliada", para un buen "Aleph", para una buena "Casa Tomada"? Aislando el texto como unidad irrepetible en la literatura (imaginemos que los recibimos en estado de borrador) podríamos definir cuáles son esos 5 ingredientes esenciales que los hacen grandes obras (en qué dosis hay que usarlos, en qué orden, y bajo cuáles especificaciones), cuáles son los ingredientes que podrían arruinar el texto, y a partir de ello hacer algunas modificaciones: quitar ingredientes de más, echarle un poco más de esa pimienta literaria que tan buen gusto le da y revolver mejor ese chocolate discursivo para que tenga mejor consistencia. Al hablar de algo tan complejo como los ingredientes, la literatura es algo que (casi) debe analizarse un texto a la vez.

 En qué zapatos te encuentras más a gusto: ¿primera persona o tercera persona?
Primera, segunda (que también la hay y también la uso) y tercera persona no son zapatos que se calza quien escribe, sino quien narra. De modo que poco importa lo cómodo o incómodo que esté yo como escritor, mientras que mi narrador de turno esté a sus anchas (aunque a veces es preciso -por la congruencia u otros factores más sutiles- que el narrador esté también un poco apretado). Esto quiere decir que para mí el narrador no debe ser escogido en base a la comodidad, sino a la necesidad. Cada historia puede ser contada de muchas formas, desde muchos ángulos; pero sólo una, o unas pocas son las que generarán una buena historia, o que al menos le harán justicia a la idea que las generó. Por ello, parte del proceso creativo implica decidir el tipo de narrador. Hay veces que la decisión es obvia, otras que la espontaneidad de la escritura pare al narrador sin que el escritor lo note, y otras donde es requerido hacer pruebas. De esas pruebas-espontaneidades-obviedades, saldrá una historia contada en primera, segunda o tercera persona, o incluso en una mezcla de éstas. Si resulta incómodo, el escritor se la aguanta y continúa. Después de todo, nadie ha dicho que la escritura deba ser cómoda. Si escribir es un gozo, es indispensable que haya cierta cuota de sufrimiento en el proceso. Yo, por mi parte, y contestando la pregunta, me siento cómodo con todos los narradores, aunque hay cuentos con los que mantenerlos a ellos cómodos, me resulta duro y doloroso. Y aunque son pocos los casos, son esos los cuentos que con más placer recuerdo. Así de masoquista soy escribiendo.

 ¿Qué escritores conocidos son los que más admiras?
Ésta es una pregunta difícil. Si pensáramos en términos psicoanalíticos, podría hacer un ejercicio al estilo de la asociación libre de ideas, y empezar a escribir los nombres de escritores que para mí son dignos de admirar y que primero se cruzan en mi mente. Y ocurriría lo inminente: quedarían algunos adentro que no son los más admirados, quedarían otros por fuera que es injusto no mencionar, terminaría por bloquearme y olvidar todos los nombres nombrables. Pero el análisis de esto (desde la perspectiva psicoanalítica, claro está) sería mucho más beneficioso que una lista realizada durante meses de dura búsqueda y selección, porque sería esta muestra espontánea, esta asociación libre, la que mostraría a los escritores que más admiro y que simultáneamente tienen más conexión con elementos de mi inconsciente. Pero llegamos a un punto álgido. Cuando alguien te pregunta "¿Qué escritores conocidos son los que más admiras?", ¿está interesado en conocer de tus conexiones inconscientes?, ¿o le interesa solamente la lista, a modo de referencia para futuras lecturas?, ¿o quiere probar tu nivel de conocimientos en el área?, ¿o quiere comparar sus propios conocimientos en el área a partir de los tuyos?, ¿o es sólo una pregunta para pasar el rato y ya? Y ya que hablamos de psicoanalistas; ellos tienen un nombre para las personas que se hacen este tipo de preguntas, y sobre todo para los que la dejan sin contestar (esas preguntas y la pregunta originaria que les dio vida). Les suelen llamar neuróticos. Pero también tienen un nombre para las personas (escritores o no, lectores o no) que evaden las preguntas de la forma que yo lo estoy haciendo y procuran derivar la atención hacia tópicos menos problemáticos para ellos. Pero, después de todo, los psicoanalistas siempre tienen un nombre para todo y para todos, ¿no? Así que para qué contestar.

 ¿Qué hace que un personaje resulte creíble? ¿Cómo creas los tuyos?
Ilustraré esta respuesta con una anécdota personal real: Cuando era niño me pasó que conocí a un sujeto increíble con todas las letras de esa palabra. Pesaba 250 kilos y medía poco más de 2 metros 60. No había entrado en ningún libro de Récord Guiness, Ripley's, o afines, porque no salía de su casa por vergüenza. Yo lo conocí porque mi papá le llevaba la auditoría. El hombre era millonario porque lideraba una empresa de libros minúsculos, de esos que tienen el Quijote, o la Ilíada en hojas de 4 x 3 cm. Aparentemente ese señor había creado el concepto, como parte de un chiste personal acerca de su gigantismo, y luego se dedicó de forma seria a ello, pero la empresa no marchaba bien porque sus empleados no podían mantenerle el respeto ante tamaña incongruencia hombre-libro. Así que despidió a todo su personal, contrató a uno completamente nuevo que no lo conociera y comenzó a dirigir su empresa sólo por teléfono. De esta forma nació el éxito de los libros miniatura a mediados de los años 70. Cuando mi papá era su contador personal, empezaban los años 90 y la empresa había perdido empuje. Mi papá comentaba del tamaño asombroso del hombre y nos llevaba a casa libros minúsculos que le regalaba como souvenirs. Entonces yo le pedí conocerlo, mi papá le hizo la petición a él y accedió. Estuve en su casa poco menos de 5 minutos, mientras mi padre le dejaba unos libros de contabilidad ya revisados y controlados. Fueron los 5 minutos más grandiosos de mi vida, y desde entonces empecé a contárselo a todo el mundo, pero nadie me creía. Decían que era una exageración, y ya luego que crecí me decían que quizás lo veía así de grande porque apenas tenía 8 años y a esa edad todo luce desproporcionado. Tanto insistieron en la falsedad de la historia, que aquel hombre se hizo pequeño en mi recuerdo, y por mucho tiempo se me hizo imposible entrar en su casa en los viajes de mi memoria, y no decepcionarme de que hubieran robado la credibilidad a los más gloriosos minutos de mi vida infantil. Hasta los 15 años pretendía volverme contador sólo por la esperanza de llevar los números al gigante de los libros liliputienses (exagero; tenía otras motivaciones más maduras, pero ése era una suerte de chiste personal que me gustaba hacerme). Más tarde me definí por la psicología, para tratar de convencerme de que no estaba loco (aunque no concretamente por ese asunto, sino por otros mucho más complejos, que ahora no vienen a cuento). Hoy no me cabe duda de los 2 metros 60 y los 250 kilos del editor más grande del mundo, aunque su recuerdo ya esté bastante vencido y borroso. Sin embargo, hasta el día de hoy había decidido no contar más la historia, para no seguir alimentando la idea de que me gustaba inventar mentiras extravagantes. Hoy lo hago porque esta historia viene como anillo al dedo para hablar de lo que hace creíble a un personaje. ¿Qué hubiera pasado si lo escribía en un libro? ¿El contexto del libro le imprimiría la credibilidad necesaria para que alguien lo terminara de leer convencido de su realidad, cuando menos ficcional? ¿Entonces, es el contexto que rodee a la historia lo que la hace creíble o sólo depende de la historia? ¿Y más allá del libro que arrope a la historia, se necesita un contexto ficcional adecuado para que el personaje pueda ser creíble? Y ya luego, ¿qué debe hacer el personaje dentro de ese contexto para que sus acciones convenzan al lector? Y hago una última pregunta: ¿De verdad creyeron esta historia? Si es así es porque el buen lector quiere dejarse convencer. La literatura no debe hacer mucho para convencer a nadie de lo increíble. Si alguien toma un libro es porque se ha dispuesto a convencerse de lo que en él hay. Ya por ahí el trabajo está hecho a la mitad. La otra mitad del trabajo no es demasiado compleja. Sólo hay que manejarse con intuición sobre los propios personajes, y dejarse llevar con empatía sobre ellos, ya sea que se trate de un emperador al que le han diagnosticado una enfermedad mortal o de un monstruo de 7 cabezas y cuerpo gelatinoso. Mientras más apegado a las leyes reales sea el personaje, más difícil será no caer en decisiones sobre sus acciones que algunos lectores considerarán inadecuadas. Pero, ¿quién ha dicho que la literatura se nutre sólo del realismo? Así como en las artes plásticas está el cubismo, el puntillismo, el surrealismo, etc., en la literatura también podemos jugar con los niveles de realidad y absurdo en lo que escribimos. Yo, en lo particular, procuro trabajar con personajes, escenarios y argumentos un tanto absurdos, además de un contexto poco elaborado en términos descriptivos, para facilitarme el hecho de que lo que hago resulte creíble. Así que ese otro 50% del trabajo de crear credibilidad tiene mucho que ver con las elecciones previas que se hagan en términos de estilo y marco contextual. A veces hay que dejar al personaje ser libre: quizás nos gustaría que bese a la chica hermosa, porque es lo lógico, lo necesario, lo que nosotros haríamos, lo que nosotros no haríamos pero nos encantaría hacer, lo que los lectores quisieran leer, lo que los críticos aplaudirían, lo que vendería, lo que daría el giro necesario a la historia, etc.; pero muchas veces lo que un personaje haga en nuestras historias puede y debe romper con todo esto, con toda credibilidad, con todo apego técnico o intelectual, y allí es donde está lo grandioso. Después de todo, la vida real también está llena de vacíos de credibilidad, de personas que realizan acciones absurdas, innecesarias, contrarias a la lógica, a lo que haría la mayoría, a lo que a la mayoría le gustaría hacer, etc. Para reivindicar a la credibilidad en la literatura, hay que tratar de desprenderse de su estigma, y permitirse libertad, y regalársela a los personajes. Para mí es allí donde está la clave. Y no digo más. PD: La historia del gigante no es real (lo único real es la profesión de mi papá y la mía). Por si a alguna persona le seguía quedando la duda.

 ¿Eres igualmente hábil contando historias oralmente?
Diría que sí, quizás porque me gustaría serlo, y me esfuerzo en ello; pero no sería sino un insulto para los buenos cuentacuentos. Suelo ser una persona creativa y espontánea al hablar, con uno que otro instante de ingenio, pero todo ello mientras no tenga que contar una historia. En ese caso, suelo irme por las ramas de formas que en ocasiones molesta o aburre a quienes me escuchan. En otras ocasiones, suelo tener suerte y mis historias entretienen y mantienen a las personas atentas e involucradas. Pero creo que son eventos aislados, que no dan para calificarme de hábil en este terreno. Para que fuera una habilidad, tendría que saber cómo utilizarla. Pero la verdad es que el éxito o fracaso de una historia oral que cuente, muchas veces depende del azar, o acaso de factores que no he logrado determinar. Lo que sí puedo decir es que esta es una pregunta que me gustaría que me hicieran nuevamente en 20 años y que para entonces pueda darle una respuesta diferente.

 ¿En lo más profundo de tu motivación, para quién escribes?
En la periferia, escribo para mí, lo mismo que en lo más profundo. Pero, creo que la pregunta más compleja es la de para quien escribo en los niveles intermedios de mi motivación. Pero, esa respuesta podría darla solo si me la preguntan. Mientras tanto, prefiero no lastimarme tanto el cerebro, pensando.


1 comentario:

  1. ¡Deseando leer el último capítulo, sr. Mosqueda, un honor colaborar juntos! Saludos!!

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