Pocas semanas atrás conocimos a Abraham
Lincoln. Supimos entonces que, no hace demasiado tiempo, cuando a alguien se le
diagnosticaba síndrome de Marfan, muy probablemente, el primer referente que
tenía sobre otros afectados era el célebre presidente de los EEUU. Bien, pues
hubo otro personaje que le seguía de muy cerca en eso de postular como único
(en apariencia) compañero de travesía en el desierto que comporta padecer cualquier enfermedad minoritaria. A pesar de
que nos queda algo alejado en el tiempo y de que probablemente fuese alguien
con quien nos entenderíamos poco, esta semana vamos a acercarnos a él algo más.
Nos referimos al faraón Akenatón.
Conozcamos un poquito su contexto.
Atón era el dios del Sol en el Antiguo Egipto, una deidad que representaba el disco solar. No debemos confundirlo con Rá, que aunque también era una deidad relacionada con lo solar, el objeto de veneración del culto a Rá era la luz del sol. Aclarado esto, podemos imaginar por dónde van los tiros relativos al nombre de nuestro ilustre de esta semana. Akenatón viene a significar: el que es grato a Atón.
Atón era el dios del Sol en el Antiguo Egipto, una deidad que representaba el disco solar. No debemos confundirlo con Rá, que aunque también era una deidad relacionada con lo solar, el objeto de veneración del culto a Rá era la luz del sol. Aclarado esto, podemos imaginar por dónde van los tiros relativos al nombre de nuestro ilustre de esta semana. Akenatón viene a significar: el que es grato a Atón.
Y este párrafo aquí no está por capricho. No.
Lo hemos incluido porque resulta clave para comprender a Amenofis IV.
¿Quién es Amenofis IV?: pues el mismo que
Amen-Hotep (que es el diminutivo. El nombre completo, por si tenéis de tiempo,
un par de horas, es: Nefer-Jeperu-Ra Amen-Hotep). Y todos estos que son el
mismo son también Akenatón. Tanto nombre
para un solo hombre tiene una explicación.
Cuando Akenatón accedió al trono (1353-1336
a.C.), a los dieciocho años de edad, no lo hizo llamándose así: Akenatón, sino
Amenofis o Amen-Hotep (depende de las traducciones). Y es que en el Antiguo
Egipto de entonces, el dogma oficial establecido obligaba a la adoración del
dios Amón (ente que lo representaba a todo y que era asible con nada, como se
deduce de las distintas interpretaciones que tiene su nombre: “El oculto”,
“Padre de todos los vientos”, “El dios que se convierte en millones”. Toma ya. Omnipresente
y poco visible).
Tras cinco años de reinado, Amenofis decidió
cambiar el rumbo de la Historia trayendo a la primera división de los dioses a Atón
(que no Oliver, no os confundáis a causa del símil futbolero). Al mismo tiempo cambió
su propio nombre a Akenatón. Esta modificación sustancial de los ritos de culto
fue una de las características principales de su reinado y por la cual se
ganaría muchos enemigos, puesto que consistión en destacar la superioridad de Atón
frente al resto de dioses. Es decir, no
sólo colocó a Atón el primero de la clasificación, sino que hizo descender al
resto a segunda o tercera división, lo que implicaba una tendencia monoteísta a
pesar de que el propio faraón fuese, también, adorado como un dios.
Akenatón y su esposa, la bella Nefertiti
(excelsa gobernante), vieron como su pueblo atravesaba por una profunda crisis
económica provocada de las decisiones del faraón. Y es que muchas eran las
actividades económicas que orbitaban alrededor de los cultos a otros dioses y
que se llevaban a cabo en templos que se habían convertido en lugares
prohibidos.
En el arte, por el contrario, se inauguró un
periodo realista que resultó muy beneficioso. De hecho, el arte es lo único de
su reinado que perduró tras su fallecimiento. Y es en este punto, precisamente,
donde se encuentran las pistas que fundamentan la teoría de algunos
historiadores sobre que Akenatón pudo padecer el síndrome de Marfan. Las
esculturas halladas sobre el faraón muestran a un hombre de cuello alargado,
tórax estrecho, caderas protuberantes (por esta característica se le ha
atribuido también Lipodistrofía muscular progresiva), manos en forma de araña, pies
estrechos y alargados y estatura elevada. Algo así no se había contemplado
jamás en el arte del Antiguo Egipto. Además, a causa de su permanente uso de un
bastón, se infiere que podría haber padecido algún problema de visión. Esto
explicaría su devoción por adorar al disco solar (Atón), la única deidad que
podía ver. No obstante, otros historiadores y egiptólogos sostienen que las
características que reflejan de dichas obras no son óbice para creer que
Akenatón padecía una enfermedad, sino que tan solo se trata de representaciones
artísticas.
El faraón falleció entre los 30 y los 36
años. Hay dos hipótesis sobre la causa:
-
Una enfermedad hereditaria, que bien podría ser el síndrome de Marfan.
-
Una epidemia que azotó Egipto.
Así pues, no es sencillo concluir si el
faraón de los mil nombres padeció o no el síndrome de Marfan, pero sólo por
todo el polvo que ha levantado y porque el saber nunca ocupa lugar, le hemos
invitado a establecerse en la estancia más lujosa de nuestra galería de
marfanilustres. Ha venido vendado y habla poco. Lincoln ya le ha invitado a
zarzaparrilla. Esperemos que esté a gusto.
Fuentes consultadas:
Wikipedia:
Biografías y vidas:
El país:
Egipto foro:
http://www.egiptoforo.com/forums/showthread.php?t=16069
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